El favorecedor clima que nos ha dejado esta Semana Santa no solo ha favorecido al empleo (tal y como se indicará hasta la saciedad esta semana), sino también a que quede inaugurada la temporada de Pies en la orilla de Instagram.

Sí.

Un año más.

Sin novedades, pues poco han cambiado los filtros desde que apareció la red social.

Lo que empezó como «Foto Tuenti», invitando a descubrir la marca de toallas, gel y papel higiénico de cientos de casas españolas, ha evolucionado en calles llenas de palos de golf delante de monumentos, playas, plazas… cuyas cabezas están compuestas por smartphones que enfocan individuos cuyo gesto ridículo es directamente proporcional al número de sticks que le rodean. Práctica acompañada de la creciente obsesión de compartir rápidamente tu actividad a cientos de «amigos».

¿Sabías que el placer de subir una foto a Facebook es equiparable al disfrute que se produce al comer?

La neurociencia explica que hablar de uno mismo, sobre todo si es bueno (y cierto), es uno de los mayores placeres para el ser humano. Por tanto, cuanto mayor es la difusión, más gratificante es el discurso. Así, si todos teníamos un amigo al que le encantaba prodigar a los cuatro vientos su estado de felicidad y armonía interior y exterior, con las redes sociales ha encontrado una vía de de comunicación instantánea, omnipresente y placentera.

De ahí se explica el éxito del selfie, pues llevar el disfrute de tu ubicación a conocidos supone casi el 40% de tu conversación diaria, este porcentaje se puede multiplicar por dos, tres, cuatro o diez cuantos más tablones online tienes para comunicar. Si a esta sensación de bienestar por ser reconocido se le suma el extra de ser admirado y/o envidiado por desconocidos que nos siguen (y estos nos lo hacen saber), el cerebro muestra un índice de satisfacción igual o superior al de disfrutar de una buena comida.

Por tanto, esta tendencia de “estar en un lugar especial y/o diferente, con alguien especial y/o diferente, consumiendo algo especial y/o diferente, hacer una foto, publicarla en tus redes y esperar la buena acogida”, ha pasado de ser mera tendencia a pura necesidad. De forma que el Postureo, o la técnica del aparentar 2.0, más que una moda es una actitud.

Y, aunque parezca que es una tendencia reciente, siempre ha existido. Sin distinguir sexo ni edad, ocupación o estado civil; todos hemos “postureado” alguna vez. Pero ahora podemos difundirlo libremente, buscando el reconocimiento social que Maslow ya exponía en su pirámide. Mucha culpa la tienen las Fashion Bloggers, quienes han pasado de publicar sus looks en un blog personal a dar detalles de su lifestyle everywhere”; incluso dando lugar a nuevas “profesiones” como los Instagrammers, cuya actividad profesional reside en publicar fotos durante las 24h del día en su Instagram.

Warhol aseguraba que todo ser humano precisa en su vida de 15 minutos de gloria. Tiempo que ha pasado a ser anual, mensual, semanal, diario e incluso por hora (según nuestro perfil profesional y de actividad en redes), actividad cuya búsqueda nos ha hecho olvidar lo esencial del momento. Pues, más allá de publicarlo, hay que disfrutarlo.

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