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Por tanto, lograr captar la atención de los usuarios con esta vía, a pesar de ser una de las que registran mayores crecimientos y consiguen la actuación de los usuarios, es todo un reto para las empresas. Pero, ¿alguna vez os habéis preguntado cómo llegan hasta ahí?
Pues es bastante sencillo. En ocasiones somos nosotros mismos quienes solicitamos que nos lleguen. Son aquellas en las que visitando una página web o un blog que nos gusta encontramos esa opción de “Suscríbete a nuestra newsletter”, o “Sigue nuestras novedades”… en la que nos suele pedir nuestro e-mail. En el momento en el que lo rellenamos y aceptamos, nuestra dirección se convierte en “opt-in”, ya que hemos permitido la recepción de esos correos.
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Sin embargo, en otras ocasiones nos preguntamos “¿cómo ha llegado esto aquí?”, que es el tipo de mailing que solemos consideramos spam. ¿Sabéis esos formularios online en los que nos preguntan nuestros datos personales a cambio de un regalo, recibir información de interés para nosotros? Pues esa información que nosotros rellenamos voluntariamente, son almacenados en una base de datos en la que nos inscribimos y aceptamos normas legales. Sí, sí, esa casilla pequeñita que el formulario nos obliga a pulsar antes de darle a “Aceptar envío”. O sea, que nosotros consentimos que esos datos se almacenen en la base y que sean utilizados para nuevos envíos.
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Así que ya sabes, si no quieres que tu bandeja de entrada se llene de información que crees que no te interesa, ojito con la cesión de tus datos, que a día de hoy es de las cosas más valiosas que puedes ofrecerle a las empresas. Pero tranquil@, que de todos podemos darnos de baja, al menos legalmente, pues en todos los e-mails deben aparecer la opción de darnos de baja o mandar a la carpeta de spam.