Recuerdo que cuando comencé a estudiar y analizar el marketing de influencia, todos los artículos técnicos hablaban de valores comunes a todos esos perfiles que empezaban a despuntar y a llamarse influencers: la autenticidad, el compromiso y la confianza.
Ya veis, una época en la que una red llamada Instagram (que hoy cuenta con más de mil millones de usuarios activos mensuales, consolidándose como el quinto canal de redes sociales más grande del mundo y segunda en España), empezaba a dar sus primeros pasos como competencia de Facebook. La red donde los primeros influenciadores hacían sus pinitos como editores de fotos, con un filtro llamado Valencia y una curiosa selección de marcos que (afortunadamente), eliminaron en actualizaciones futuras.
Hace poco más de 6 años de ese momento y tanto la evolución como el boom que han experimentado estos perfiles en ese tiempo era tan impredecible como el futuro venidero. Muchos apostaban porque esta nueva categoría de marketing tenía los días contados. Sin embargo, hoy vemos que es un sector que cada año va ganando terreno con cifras vertiginosas, y cada vez son más las marcas que se suben al carro y destinan un gran porcentaje de sus presupuestos de marketing a este tipo de campañas.
Los mejores perfumes van en botes pequeños
En un momento en el que nos encontramos a influencers que celebran vidas de lujo posteando a diario: sus viajes a entornos paradisíacos, comiendo en restaurantes dignos de aparecer en cualquier guía exclusiva, vistiendo marcas con nombres impronunciables y muchos ceros en sus etiquetas, parece ser que el usuario vuelve a dar valor a esos tres valores que destacaba al principio. Especialmente, en la autenticidad, seguida de cerca por la confianza.
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